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Este 8 de marzo, Día de la Mujer, ofrecemos esta reflexión preparada por Fray Diego Omar Figueroa, ofm (de la Orden de los Frailes Menores), que propone el ejemplo de 2 mujeres “con grandes historias” que invitan a “considerar y valorar a todas las mujeres”: Santa María Micaela del Santísimo Sacramento y Verónica de las Mercedes Figueroa.

Fray Diego pertenece a la familia Adoratriz desde hace más de 4 años y comparte el apostolado con la comunidad de Córdoba, Argentina.

A continuación, sigue su reflexión:

Hoy, 8 de marzo de 2023, y como hace más de 100 años, se conmemora solemnemente el Día Internacional de la Mujer.

Haciéndonos eco de este día queremos traer a la memoria aquellas mujeres y las difíciles y dolorosas circunstancias que, lamentablemente, aún se hacen presentes en muchos espacios. A pesar de que actualmente se vislumbran los frutos de muchas conquistas en el último siglo es necesario mantener vivo el pedido de respeto, valoración y cumplimiento de los derechos de las mujeres.

Por eso hoy proponemos convocar a nuestra reflexión algunas grandes mujeres que dejaron huella en la historia de la búsqueda por la dignidad, la libertad y el reconocimiento. Me permito llevarlos a una reunión que mantuvimos tiempo atrás, donde nos invitaron a escribir el nombre de un médico importante de Argentina. Al compartir los nombres advertimos que ninguno de los que habíamos considerado era mujer. Esto nos dice algo. Nos hace advertir que la historia nos ha contado muy poco sobre la vida de muchas mujeres que tuvieron alto impacto, pero fueron relativa o totalmente invisibilizadas tal vez por su género.

Hoy tenemos la oportunidad de celebrar a nuestras madres, abuelas, tías, hermanas, primas, amigas, maestras y profesoras, mujeres policías y bomberos, médicas y científicas. Y junto con todas ellas, que nos resultan tal vez cercanas en sus roles y funciones, quiero incluir especialmente a otras mujeres. Hablo de las hermanas Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, Congregación de vida religiosa que desde el siglo XIX transforman, a lo largo de todo el mundo, la vida de aquellas que sufren el flagelo y la violencia de la prostitución y la trata de personas.

En particular traemos a la memoria la vida de dos mujeres que con su presencia y carisma sobresalieron en cada lugar donde habitaron y habitan. Vale dedicar un espacio para conocerlas.

En primer lugar, quiero presentar, a quienes aún no la conocen, a María Micaela Desmaisières, Vizcondesa de Jorbalán (España) quien, por gracia de Dios, fue elevada a nuestros altares como santa. Micaela nació en 1809 en Madrid y desde niña fue adquiriendo, influida por el buen testimonio de su madre, una sensibilidad especial por los pobres y desamparados, especialmente por las mujeres que sufrían en la vieja sociedad madrileña del siglo XIX. Micaela se fue experimentando mujer, hija, hermana, amiga, madre, religiosa, y sobre todo como “Hija y MUJER de Dios”. Ella se dejó conmover por el sufrimiento de muchas mujeres en situación de prostitución y al vivir con ellas comprendió profundamente que todos estamos expuestos a vivir situaciones extremas si la circunstancia es absolutamente desfavorable y extrema. Aún con las dificultades y límites propios tanto de la estructura eclesiástica de época como de las restricciones socioculturales que las tenían por parias, no dejó sus “brazos cruzados”. Todo lo contrario, se arremangó y entregó el resto de su vida para liberarlas, entregando sus propios bienes, sus esfuerzos, desvelos, oraciones y, finalmente, su salud y su vida. Ella dirá luego en sus memorias que toda su entrega cobraba sentido si lograba ganar “aunque sea un alma”.  Micaela fue una Mujer audaz y creativa. Al tiempo que transformó la vida de muchas personas, la suya propia fue radicalmente transformada. Hoy encontramos un fuerte legado, claro y contundente, en las Hermanas y en toda la Familia Adoratriz.

En segundo lugar, quiero presentar a Verónica de las Mercedes Figueroa, mujer que actualmente construye la historia desde lo cotidiano de su pueblo natal. Siendo mujer se ha experimentado y puesta a prueba en los roles de profesional, esposa, mamá, trabajadora, fotógrafa, deportista y hermana. Mujer solidaria con todos, cuidadora activa del medioambiente y protectora de animales abandonados. Verónica fue abriéndose camino en muchos ámbitos que por su género les fueron vedados mucho tiempo a las mujeres. Así fue como se destacó primero como jugadora de fútbol (fanática de River Plate) para luego hacerlo como estudiante en la Universidad de Córdoba y luego en su ámbito profesional. Espacios transitados en su vida que le demandaron forjar un carácter tal que le permitiera hacerse del respeto y la consideración que deberían ser, por naturaleza, tan propios de las mujeres como lo son de los hombres. En Verónica encontramos un modelo de mujer que construyó con el paso de los años su auto valoración, enseñando con su ejemplo a los que la rodean el respeto por la vida, las personas, el ambiente. En otras palabras, una mujer hecha testimonio activo de amor.

Micaela, Verónica, apenas dos nombres que contienen grandes historias. Pensando en ellas les invito a considerar y valorar a todas las mujeres, no importa el lugar y el rol que tengan asignado. Las historias de Micaela y Verónica nos impulsan y desafían a descubrir que la valoración más importante se encuentra en lo profundo del alma, en la intimidad donde habita Dios.  Lucharon contra un sin número de prejuicios sociales que les decían “vos no podés”, pero tomadas de ese encuentro íntimo y profundo, irradiaban amorosamente mucha vida en abundancia. En ellas celebramos hoy a tantas mujeres que con una fuerza transformadora convierten la cotidianidad de la vida en una lucha creativa e incansable por el respeto y el cumplimiento de sus derechos.

Elevemos una oración a María, nuestra Madre, para que cada mujer en el mundo pueda día a día revivir el corazón con una sonrisa esperanzadora.

Fray Diego Omar Figueroa, ofm